El pez por su propia boca muere y el que es tarugo un donde quiera pierde. Tras su espectacular fracaso en su campaña para evitar el contagio del coronavirus y de tratar de culpar de ese ridículo a la propia gente, el gobierno de la 4T ha politizado la correspondiente vacunación y todo le está saliendo mal. Con el agandalle que le es característico y que con gusto comparte con su compadre Donald Trump, el Sr. López Obrador se dijo a sí mismo: “hay que presumir que el gobierno es el que trajo las vacunas para que el pueblo sabio vea de qué lado masca la iguana”. Y se lanzó como el gorras a hacer el oso. Y ahora, cada vez que vemos en los medios alguna noticia al respecto, nos parece estar viendo una película cómica, de esas del cinemundo, en donde los actores correo desaforados, a tontas y a locas, de un lado para otro, sin poder comentar nada: dicen que van a llegar miles de vacunas a Monterrey, por ejemplo, y llegan unas más a Tangamangapio, Mich. Al presidente ya le dicen el chimoltrufio porque, como dice una cosa, dice la otra. Todas sus cifras discrepan incluso entre sí: hoy dice que fueron 50 mil dosis y mañana que son 500 mil. Y está hablando de lo mismo, (ya está senil).
En todo el mundo, Santa Claus llego el 25/12 con las vacunas de todos. En México ya hasta los Reyes Magos se olvidaron de nosotros. En un mes, en todo los países se han aplicado, en promedio, un millón de vacunas… ¡y aquí vamos en 40 mil! ni siquiera el uno porciento. Eso es algo de lo que ya todo el pueblo sabio se ha dado cuenta y que va a terminar por enterrar a la imagen de AMLO (Si ya de por si…).
Algo que debes ser aprovechado por la industria farmacéutica, en general, de este país: porque, gracias a tanta burrada burocrática, con cumplir con el deber basta. Eso sí, hay que cacarearlo: porque no basta con poner el huevo…
Insisto la oportunidad está dada.